La casa vacía de Revel
La casa vacía de Revel
por Miguel Ángel Bastenier
1 abril 1997
Revista de Libros
La casa vacía de Revel
por Miguel Ángel Bastenier
1 abril 1997
Revista de Libros
La genial impostura, Por Fabienne Bradu, 31 julio 1998
Extractos traducidos del libro Pourquoi des philosophes, de Fernando Caro
Traduccion del libro L’obsession anti-américaine
Estados Unidos ha sido siempre objeto de una mezcla de amor y odio, de envidia y desprecio, por parte del resto del planeta. Especialmente después de la caída del bloque comunista, que los dejó como única superpotencia mundial. ¿Cuales son las raíces del antimericanismo? ¿Posee una base objetiva? ¿Responde al conocimiento de los hechos de la realidad o se explica sólo por un resentimiento irracional alimentado por los fantasmas y la desinformación? Después de los atentados del 11 de septiembre se requiere más que nunca una explicación, una actualización de la cuestión del antiamericanismo, esa doble demonización que padecen los EE.UU como modelo de sociedad y como primera fuerza económico-político-militar mundial. A esto se dedica Jean-François Revel en La obsesión antiamericana. ¿Cómo son vistos los Estados Unidos por los demás y cómo son en realidad? La respuesta es una inteligente denuncia de las contradicciones del antimericanismo y de las incongruencias de los críticos de la globalización liberal.
Traduccion del libro Le moine et le philosophe
Revel, Jean-François Célebre pensador francés, realizó estudios de humanidades y filosofía y es autor de un buen número de obras que han contribuido en gran medida al desarrollo del pensamiento contemporáneo, en las que expresa repetidamente su agnosticismo y su escepticismo ante cualquier forma de metafísica.
Ricard, Matthieu Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, este monje francés dejó su carrera para abrazar el budismo y es hoy intérprete del Dalai Lama. Autor de éxito internacional, reconocido en todo el mundo como el gran embajador del budismo en occidente, se ha dado a conocer con libros como “En defensa de la felicidad” y “El infinito en la palma de la mano”, ambos publicados por Ediciones Urano.A lo largo de esta extensa conversación entre padre e hijo, de lectura apasionante y gran rigor intelectual, se explica desde una perspectiva occidental en qué consiste exactamente el budismo y se buscan razones para comprender a qué se debe su auge en Occidente.
A través del cine, la literatura y los medios de comunicación, comprobamos que el budismo despierta un interés cada vez mayor. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Se trata de una simple moda -una más- que pasará sin dejar huella en nuestra sociedad o refleja quizás una carencia de la civilización científica y técnica, una necesidad insatisfecha? Pero, antes que nada, ¿qué es el budismo, en realidad? Jean-François Revel y Matthieu Ricard, padre e hijo, filósofo agnóstico uno y monje el otro, tratan de dar respuesta a estos interrogantes en una larga conversación que enfrenta dos maneras distintas de vivir y de interpretar la vida.
Nacido en el seno de una próspera familia de clase media originaria del Franco Condado. Dio clases de filosofía en Argelia, en el Instituto Francés de Ciudad de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Florencia durante la década de 1950. Inició su carrera literaria y periodística en 1957. Militante socialista hasta 1970, empezaría a abandonar esa ideología a partir de su primer ensayo político, Ni Marx ni Jésus, que obtuvo gran éxito.
En 1976, publicó La Tentation totalitaire, luego un año después La Nouvelle Censure. Realizó un acercamiento a la derecha estadounidense y se unió en enero de 1982 a un coloquio del “Comité para el Mundo Libre”, donde se lanzaron virulentos ataques contra las Naciones Unidas.
Fue redactor jefe de las páginas literarias de France-Observateur, director y miembro del consejo de administración de L’Express entre 1978 y 1981, cronista de Le Point, Europe 1 y Radio Télévision Luxembourg. Trabajó como consejero literario en las editoriales Juilliard y Éditions Robert Laffont. Fue autor de numerosas obras, entre las que destacan El conocimiento inútil, Ni Marx ni Jesús, La tentación totalitaria, Un festín en palabras, El renacimiento democrático, El monje y el filósofo y La gran mascarada.
A lo largo de su carrera obtuvo el Premio Konrad Adenauer (1986), el Premio Chateaubriand (1988) y el Premio Jean-Jacques Rousseau (1989), entre otros. En España fue nombrado caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Revel se proclamó ateo y defensor del liberalismo democrático, el único sistema que en su opinión funciona adecuadamente. Fue uno de los mayores polemistas del panorama filosófico-periodístico francés de fines del siglo XX y principios del siglo XXI. De joven había participado activamente en la Resistencia de la Francia ocupada contra el nazismo y más tarde, tras una etapa como militante socialista, acabó criticando ferozmente al marxismo y al sistema socialista soviético. En 1986 la Universidad Francisco Marroquín, una universidad privada de Guatemala fundada para promover la filosofía del libertarismo, le otorgó un doctorado honoris causa1? por “su compromiso con la libertad individual”.
Fue elegido el 19 de junio de 1997 como miembro de la Academia Francesa en el número 24, silla 10. El mismo año, publicó sus memorias bajo el título Le Voleur dans la maison vide, así como Le Moine et le Philosophe, un diálogo con su hijo Matthieu Ricard, monje budista tibetano, libro del que se imprimieron 350,000 copias en Francia y que ha sido traducido a 21 idiomas. Además de Matthieu Ricard, Jean-François Revel tiene otros dos hijos, Nicolas Revel y Ève Ricard.
Durante sus últimos años de vida fue colaborador habitual del semanario Le Point.
Falleció el 30 de abril de 2006 en el Centro Hospitalario Universitario de Kremlin-Bicêtre, Val-de-Marne, cerca de París.
Fuente: Wikipedia
Por Mario Vargas Llosa, 30 noviembre 2010
Este texto se publicó como prólogo a las memorias de Jean-François Revel, El ladrón en la casa vacía (Madrid, Editorial Fundación faes, 2007).
Una contribución valiosa de la Francia contemporánea en el campo de las ideas, no han sido los estructuralistas ni los deconstruccionistas –que oscurecieron la crítica literaria hasta volverla poco menos que ilegible–, ni los “nuevos filósofos”, más vistosos que consistentes, sino un periodista y ensayista político: Jean-François Revel (1924-2006). Sus libros y artículos, sensatos e iconoclastas, originales e incisivos, resultan refrescantes dentro de los estereotipos, prejuicios y condicionamientos que asfixiaron el debate ideológico de nuestro tiempo. Por su independencia moral, su habilidad para percibir cuándo la teoría deja de expresar la vida y comienza a traicionarla, su coraje para enfrentarse a las modas intelectuales y su defensa sistemática de la libertad en todos los terrenos donde ella es amenazada o desnaturalizada, Revel hace pensar en un George Orwell de nuestros días. Como el del inglés, su combate fue, también, bastante incomprendido y solitario.
[…]
Por Luis M. Linde – Revista de libros de la Fundación Caja Madrid (avril 2003)
Jean François Revel y el suicidio de la democracia
Por Gloria Chávez Vásquez, 12/10/2021
¿ideologías sin futuro? ¿futuro sin ideologías?
Conferencias y debate de Daniel Bell, Francis Fukuyama y Jean François Revel
Madrid, 10 de diciembre de 1991
Revel y la revolución en América
José María Marco
Discurso de Esperanza Aguirre en homenaje a Jean-François Revel.
Madrid, 26 de enero de 2004
Artículo de Gustavo Sánchez sobre Revel y sus Memorias. Martes, 23 de enero 2018.
Jean-François Revel fue enterrado, el 5 de mayo de este año 2006, en el cementerio parisino de Montparnasse, donde reposan otros ilustres intelectuales franceses del siglo pasado como Sartre o Aron. Serenamente vivió sus últimos días en el hospital, acompañado por su hijo, el monje budista Matthieu Ricard, quien así lo ha testimoniado, por Claude Sarraute, su segunda mujer, y por el ensayista Olivier Todd.
Revel abre sus Memorias: El ladrón en la casa vacía, confesando una íntima convicción suya que mueve a la perplejidad: “Pero apenas hay día en que, estando a la mesa, en la cama, en la calle, en la playa, no deje escapar un ronco gemido de pesar y de vergüenza. Es que -continúa Revel- vuelve a morderme el recuerdo de una fatal torpeza, de alguna reacción vulgar, de alguna mentira vil, de una fanfarronada ridícula cometidas por mí hace mucho tiempo, hace poco o anteayer”.
Pues bien, los sentimientos de cuantos han frecuentado sus trabajos y sus días son precisamente los opuestos: no hay ocasión en que, al leer sus escritos o al tomar conocimiento de sus apuestas intelectuales y vitales, la reacción no sea sino la de una profunda estima y gratitud.
Y estos sentimientos se han convertido en razones, se han transformado en la razón primordial que estos últimos meses convoca a cuantos han venido testimoniándole su reconocimiento ante tantas pruebas de rigor intelectual, de respeto a la verdad y de coraje cívico.
Gracias al ejercicio íntegro de la inteligencia, gracias a no pasar por movimiento mal hecho, Jean-François Revel ha constituido, en el último medio siglo, una referencia lúcida e insobornable en el análisis de la política europea e internacional y en el examen de las ideologías.
En virtud de su respeto a la verdad, Revel ha visto cumplidamente encarnado en su persona aquel ruego de Paul Claudel : “Je ne demande q’une seule chose: voir clair, bien voir les choses comme elles sont, et non comme je les désire” .
En fin, con valentía personal, y con una escritura eficacísima, adornada de un humor genuino, Revel -que siempre se ha definido como persona de izquierda- ha expuesto y defendido sin desmayo aquellas conclusiones a las que le conducían el cultivo de la inteligencia y de la verdad.
Siendo persona de figura tan pública como franca, sin recovecos, no está de más recordar los aspectos más destacados de su vida. Hasta el bachillerato fue alumno de los jesuitas en Marsella, donde nació en 1924; y, casi enteramente a esa circunstancia, atribuye haber perdido pronto la fe, de manera que ya educó a sus hijos en la escuela laica, si bien criticó siempre que ésta limitara su asepsia al ámbito de las creencias, abriéndose frívolamente a la politización y traicionando así su genuina naturaleza, a saber, la neutralidad que no se subordina a ningún dogma, ni religioso ni político.
Durante la ocupación alemana, fue alumno de la veterana Escuela Normal Superior y participó, desde sus dieciocho años, en la Resistencia, con el sobrenombre de Ferral (mientras el futuro líder del comunismo francés, Marchais, mantenía actitudes cercanas al invasor y el del socialismo, Mitterrand, titubeaba).
A los 21 años, recién casado e influido por su mujer, entra en el círculo de un extraño gurú georgiano, Gurdjeff, que predica con seducción irresistible una mediocre doctrina esotérica de inspiración oriental y que exige a sus discípulos, en su mayoría gentes notables de la sociedad parisina, el pago mensual de una cuota acorde con sus ingresos; aquella experiencia, que juzgó luego como degradante, le permitió descubrir –e inmunizarse para siempre contra ellos- los mecanismos de la convicción totalitaria, que define literalmente como “la aptitud de los hombres para persuadirse de la verdad de cualquier teoría, para construir en sus cabezas un aparato justificativo de cualquier sistema, hasta el más extravagante, sin que la inteligencia y la cultura sean capaces de obstaculizar tal intoxicación ideológica”. Y quizá por ello, su militancia en el Partido Comunista Francés duró tan solo tres días.
Ya como profesor y luego catedrático de instituto de Filosofía, se dedica durante quince años a la enseñanza, en muy varios destinos de la extraordinaria red de liceos que tiene Francia tanto en el país como en el extranjero. De su paso por México (1950-1952) y Florencia (1952-1956) guardará para siempre el conocimiento, el afecto y el interés por la lengua y la cultura italiana e hispánica, lo que le convierte en uno de los intelectuales franceses de más amplio dominio lingüístico, pues ya manejaba el alemán, el inglés y el portugués, y había frecuentado en sus versiones originales a los clásicos griegos y latinos. En México, ciudad entonces más cosmopolita que París o Roma, según su opinión, estimó en mucho a Alfonso Reyes, “príncipe del ensayo”, y la inteligencia de Octavio Paz, “el más grande de los escritores mexicanos de nuestra época”, pero también a algunas figuras del exilio español, como Álvaro Custodio y Luis Buñuel. Revel declara que la hispanidad quedó en su mente y en su corazón, de manera que adoptó la costumbre de leer “todos los días dos diarios en lengua castellana y cuando me faltan, me siento en el exilio”. En Florencia recuperó “la alegría de ser de nuevo soltero”, la frecuentación del “mundus mulieribus” y “la vida en el hotel, modelo de felicidad”, rompiendo con un matrimonio precoz que veía con rencor por haberle despojado de la libertad de la juventud, mientras le acarreaba innumerables dificultades materiales. Revel siempre tuvo horror por la familia y sus obligaciones y él mismo se sorprendió al verse arrasado por las lágrimas cuando, destinado en México, leyó en un taxi la carta que le comunicaba la muerte de su padre.
A los treinta tres años, publica con gran éxito su primer ensayo, Pourquoi des philosophes? A punto de cumplir los cuarenta, abandona la enseñanza y se consagra a su carrera de escritor (publicará más de treinta libros), periodista (director de L’Express y editorialista de Le Point) y editor; una vida, en fin, dedicada a las letras, que lo llevará a la Academia Francesa, entre los inmortales, rebasados ya los setenta años. Murió el 29 de abril de 2006, a los ochenta y dos.
Es este el panorama de una trayectoria que acertó a conciliar un ejercicio vital, epicúreo y humorado de la existencia con el cultivo sobresaliente de la docencia, el pensamiento y el periodismo.
A Revel le debemos la anticipación, en fecha muy temprana, del triunfo de la revolución liberal sobre la socialista (Ni Marx ni Jesús, 1970), el diagnóstico de la seducción de los totalitarismos (La tentación totalitaria, 1976), de la naturaleza del terrorismo (El terrorismo contra la democracia,1987), su denuncia de cómo pervive en las reivindicaciones actuales el lastre de ideologías fracasadas trágicamente (La gran mascarada, 2000), su análisis del antiamericanismo (La obsesión antiamericana, 2002), sus observaciones sobre el odio que suscita la libertad, su denuncia de la irracionalidad de quienes, más que equivocarse, perseveran a sabiendas en el error, sin que su excepcional valía intelectual les prevenga de esa secreta aspiración a la esclavitud moral, o de cómo cierta ayuda al desarrollo acaba convirtiéndose en ayuda a las tiranías corruptas. Y, en otro orden de cosas, Revel ha descollado también en la literatura gastronómica (Un festín de palabras, 1979) y como crítico de arte (L’Oeil et la connaissance. Écrits sur l’art, 1998).
Quizá hoy día, a la altura de este nuevo siglo XXI recién estrenado, a muchos les parezca trivial que alguien considere como aportaciones igualmente reprobables a la historia universal de la infamia tanto la “solución final” nazi como el “gulag” soviético; pero, en pleno siglo pasado, consignar esa realidad y denunciar, como indigna y cobarde, la actitud de quienes -en el trance de aplaudir las ideologías que las sustentaban- colaboraron en justificar o negar una u otra barbarie, constatar y denunciar ambas cosas, entrañaba en aquella época un ejercicio inusitado de coraje.
Durante varios lustros, la cuestión central era, como dice el propio Revel, “escoger entre América y la URSS, entre los partidarios y los adversarios del Pacto Atlántico, del Plan Marshall, de la Europa del futuro (…) las tres cuartas partes de los intelectuales franceses y europeos, en tal coyuntura, habían optado con fogosidad por el suicidio de la democracia y la asfixia del pensamiento”. Y añade en otro momento: “En el debate de las ideas durante la segunda mitad del siglo XX, la historia ha dado la razón a Octavio Paz, Carlos Rangel y Mario Vargas Llosa, contra Raul Prebisch, Fidel Castro y Gabriel García Marquez”. La lista de las excepciones valientes podría ampliarse, por no salir del ámbito hispano, con nombres como los de Julián Marías, Semprun o Arrabal, pero debería incluir siempre, coronándola, la de aquellos intelectuales disidentes que, desafiando el castigo, la tortura o la muerte, luchaban por la libertad, denunciando la verdadera naturaleza del régimen que así los amenazaba; baste un nombre, el de Jan Patocka.
La denigración de la persona y el ostracismo respecto del ámbito intelectual y universitario preponderante era, entonces, como bien nos ha contado Revel de su maestro Raymond Aron, o como ha acontecido con su amigo Mario Vargas Llosa, la respuesta inmisericorde surgida -se estremece uno al recordarlo- de la propia sociedad abierta. De esa intelectualidad pretendidamente libre que, al no poder rebatir las conclusiones lúcidas de Revel, sustentadas siempre en un acopio exhaustivo de datos, optaban por estigmatizarlo como derechista ultramontano, a él que con dieciocho años luchó en la Resistencia al nacionalsocialismo. Revel se acogía entonces a la frase de Jorge Semprun en Federico Sánchez se despide de ustedes: “De todas maneras, estoy hecho a ser tratado como un hombre de derechas por todo tipo de imbéciles”.
La trayectoria del ensayista francés es ejemplar e irreprochable: en la gran disyuntiva ideológica y en el trance del compromiso vital e intelectual del pasado siglo, no era a Revel, según esa confesión suya que abre estas líneas, al que le correspondía gemir de vergüenza y pesar, salvo que deseara purgar en su ánimo el karma oscuro de algunos de sus coetáneos, algunos de ellos sí, con apuestas biográficas de muy escasa fibra ética.
Afortunadamente hoy, pese a las inercias, es sin duda amplia y extendida la comunidad de gentes que en esta sociedad globalizada se juzgan deudoras con Revel y se sienten por tanto solidarias con los homenajes que hoy se le tributan; son aquellos individuos que se reconocen en el valor universal de su obra -la defensa de la libertad y de la democracia- y en la admiración por esas virtudes que acabo de enumerar: inteligencia, verdad y valentía.
Acaso existe un método Revel que facililite, ya que nada puede garantizarlo, un amplio grado de acierto a la hora de analizar la realidad y de defender las conclusiones del caso? De su obra, escogemos algunas propuestas y deducimos otras: en el trabajo intelectual, ir siempre a las fuentes, por la superioridad del original sobre la glosa y para desembarazarse del conocimiento inútil y la información manipulada; en el trato con esas fuentes, hacer prenda de lo que en ellas se dice o declara, no transigiendo con quienes (aun siendo los autores de tales palabras), pretenden, a posteriori, prohibir su lectura literal, para imponer sus interpretaciones espurias; en el esfuerzo por hacerse con una verdadera cultura, optar preferentemente por las vías oblicuas, sin por ello desdeñar las vías canónicas; primar la intuición, en el sentido etimológico del término, esto es, “ver” antes de inducir o deducir; luego, no oponerse a lo evidente; resistir la intimidación del entorno, que se presenta en forma de gran reputación intelectual, de revista o periódico bienpensante; no ceder en punto a ideas, gustos y sentimientos; huir de las capillas; practicar la persuasión indirecta, que consiste en llevar al lector a la ilusión de que descubre por sí mismo aquello que en realidad se le está apuntando; a la hora de escribir un artículo, es lícito pensar en el lector, pero en el caso de un libro, la disposición de ánimo es la contraria: escribir para sí mismo, ligado a una fuente que se halla tan solo en uno mismo; procurar el servicio a la verdad o, al menos, el firme propósito de servirla; si se opta por la polémica, acudir a ella sin reticencias, con caridad tampoco, pero sí con humor; en fin, “el frescor del trabajo matinal, que ha sido siempre mi preferido”.
Debemos concluir evocando la vinculación de Revel con España, pues es cierto que además de esa universal estimación que se le debe al personaje, merece Jean-François Revel un reconocimiento específicamente español. En efecto, la proximidad al mundo hispánico, desde su lejano destino como profesor y agregado cultural en México, ha permitido a Revel entender directamente, sin necesidad de traducción, el acontecer político de nuestra historia reciente. Sin embargo, no se ha limitado a entender ese acontecer, sino que entonces se propuso también explicarlo e incluso participar en él, desde su tribuna de periodista y escritor.
Es obligado recordar que Revel, en una hora temprana, frente al recelo y cautelas de tantos, quiso ofrecer su colaboración a los medios que en la España de entonces más destacaron en la recuperación de las libertades, como Cambio 16, en un gesto de lucidez y también de simpatía; inauguró así una presencia intelectual y periodística que ha sido recurrente en la prensa española hasta casi el día de hoy.
Pero, aún más, por fidelidad a sus convicciones más profundas, tuvo también la hombría de defender, en aquella Europa todavía estática ante nuestros requerimientos, la legitimidad de nuestras preocupaciones esenciales.
Revel abogó en aquellos años por la pronta incorporación de nuestro país a las instituciones europeas y occidentales, siendo valedor, ante los reticentes, de la sinceridad de nuestra apuesta por la democracia.
Revel fue, en sus colaboraciones periodísticas desde la segunda mitad de los años setenta, el intelectual francés -y quizá europeo- que denunció, el primero y en solitario, la insolidaridad internacional ante la lucha de España contra el terrorismo. Estremece releer este párrafo suyo de 1980, aunque ya es historia: “Imaginemos que existe en Francia una poderosa organización terrorista que lucha por la independencia de Alsacia, cuyos miembros cometen de media un atentado al día y matan un centenar de personas al año. Imaginemos que esos terroristas tienen sus bases en Alemania…donde se repliegan para escapar a la policía francesa, donde viven a la vista de todos. Imaginemos en fin que las autoridades alemanas rechazaran ayudar al gobierno francés (…) Acaso París aceptaría tal espantada, acaso dudarían nuestro gobierno, parlamento, nuestro pueblo, a la hora de acusar a Bonn de complicidad, cobardía, egoísmo, irresponsabilidad europea? Esta es, sin embargo, la forma en que Francia se comporta con España respecto del terrorismo vasco”.
Hoy día, en que esa colaboración internacional contra el terror se proclama como uno de los desafíos primordiales de la sociedad mundial, es preciso reconocer que Revel ya la exigía hace más de veinticinco años, una prueba más de cómo la inteligencia respetuosa de la verdad es un instrumento, el mejor, para la predicción del porvenir.
En fin, esa vinculación de Revel con nuestro país se ha acercado ya a los treinta años; tiene pleno sentido recordar que, en este caso, España sí ha sabido ser agradecida con su trayectoria; entre los miles de libros y pertenencias de su casa ya tristemente vacía se encuentra la Gran Cruz de Isabel la Católica, concedida, en mayo de 2003, precisamente por aquella real persona que encarna la memoria y la continuidad de todo ese devenir histórico.
Pedro Calvo-Sotelo
Revista de Occidente, nº 308, Enero 2007, 121-129
Traduccion del libro La Grande Parade
Hace diez años caía el régimen soviético, y no bajo las armas del adversario ?como le aconteció al nazismo-, sino por el efecto de su propia putrefacción interna. Muchos pensaron naturalmente que este acontecimiento, el mayor fracaso de un sistema político en la historia de la humanidad, suscitaría en el seno de la izquierda internacional una reflexión crítica sobre la validez del socialismo. Ocurrió lo contrario. Después de un período de aturdimiento, la izquierda ?sobre todo la no comunista- lanzó un impresionante batallón de justificaciones retrospectivas. De ello se extrae esta cósmica conclusión: parece ser que lo que verdaderamente rebate la historia del siglo XX no es el totalitarismo comunista sino… ¡el liberalismo! Por consiguiente, toda comparación ente los dos mayores totalitarismos, el comunismo y el nazismo, sigue siendo tabú: prohibido constatar la identidad de sus métodos, de sus crímenes y de su fijación antiliberal. Así, durante la década de 1990-2000, la izquierda no ha hecho esfuerzos sobrehumanos por no sacar fruto del naufragio de sus propias ilusiones. ¿Qué ha sido exactamente de esta “gran mascarada”? ¿No será este otro ejemplo más del divorcio entre el narcisismo ideológico y la verdad histórica? Este es el extraño equívoco que narra este libro y la “desconcertante mentira” que intenta explicar…
Traduccion del libro La Connaissance inutile
Nunca tantos hombres han tenido acceso a tal cantidad de información y, en términos más generales, de conocimientos. Nunca la comunicación ha sido tan abundante, tan rápida, tan omnipresente. Por lo tanto, el mundo debería estar mejor que nunca. Pero todos sabemos que en muchos aspectos no es así. ¿Por qué? No nos faltan conocimientos, pero ¿deseamos realmente utilizarlos? Nuestra civilización, construida para funcionar gracias al conocimiento, ¿es viable si rehúsa emplearlo? En línea con las obras del autor ‘La tentación totalitaria’ y ‘Cómo terminan las democracias’, con la misma fuerza polémica y demostrativa, ‘El conocimiento inútil’ analiza la situación de la información y ofrece también una reflexión filosófica sobre lo que la naturaleza humana desea o no en el fondo de sí misma.
Despedida a un combatiente. Homenaje a Jean François Revel
Por Mario Vargas Llosa
La muerte de Jean François Revel abre un vacío intelectual en Francia que, en lo inmediato, nadie va a llenar, priva a la cultura liberal de uno de sus más lúcidos y aguerridos combatientes y nos deja a sus lectores, admiradores y amigos con una sobrecogedora sensación de orfandad.
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Traduction française
Revel, combattant et philosophe
La taille de l’académicien, la force de l’engagement anti-totalitaire, la profondeur et la diversité de son œuvre n’arrêtent pas d‘impressionner.
Par Nicolas Baverez, Historien et économiste.